lunes, 11 de agosto de 2014

Existen muchos acontecimientos y temas que son de interés nacional y por lo regular ocupan casi siempre las primeras planas de los medios de comunicación y por ende son discutidos en el escrutinio público.
Pero uno de ellos, sin duda el más importante y del que no se puede dejar de hablar por ser un signo de la deficiencia de gobernabilidad, es la incidencia y el crecimiento de la delincuencia y la violencia en el país.
Varias instituciones se han inclinado a denunciar y exigir a las autoridades un cese inmediato a los ataques de la delincuencia; pero lo lamentable, es la poca capacidad de reacción para investigar y resolver los hechos delictivos; muchos de los cuales quedan en la impunidad, y los que claman justicia quedan burlados por la inoperancia y deficiencia del sistema de justicia. Hoy día se ha determinado que los guatemaltecos viven sumidos en angustia constante.
Esa delincuencia que tiene de rodillas a Guatemala, comúnmente crece y se apodera de la sociedad por la falta de atención y de inversión en instituciones como la Policía Nacional Civil. Los pocos agentes que podrían entrar en el catálogo de “honestos”, no se dan abasto para resguardar a toda la ciudadanía. Un gremio policial en donde la mayoría de sus integrantes son de baja calidad y que no llenan el perfil adecuado como tal; del que casi siempre, toda la gente se “ríe” por su ineptitud, pero del que hay que tener cuidado por la forma de prepotencia y abuso de autoridad, por ser representantes de la “ley”, la pueden manejar a su sabor y antojo, que han llegado a involucrar en un delito a quien ellos quieran; si no que lo digan las personas a las que se les ha introducido droga en el vehículo por el hecho que le cayó mal al policía, por ejemplo.
Son los primeros que llegan a las escenas del crimen y los primeros en contaminarlas, en ocasiones en “componerlas” a su conveniencia con implantación de evidencia. ¿Qué le responderá un padre a su hijo cuando este le dice que cuando sea grande quiere ser policía…? No cabe duda que es indispensable elevar el nivel académico de los policías, una mejor calidad de personal fortalecería el sentido común en la aplicación de la ley a quienes la infrinjan, o por lo menor creer que habría menos corrupción.
Gran parte de los abusos de la delincuencia empieza porque las instituciones de seguridad siempre han sido manipuladas para “proteger” intereses personales de los políticos o del sistema de Gobierno. Casi siempre por debajo de la mesa se hacen negociaciones que no permiten hacer cambios sustanciales en las profundidades de esas oficinas; confabulado por el crimen organizado y en gran porcentaje por el narcotráfico.
Desafortunadamente Guatemala siempre se ha caracterizado por ser un país demasiado vulnerable a la “mala política”, desde lo autoritario y “fascista” de los gobiernos militares, hasta la iniciación de una democracia que hasta el momento no ha podido desarrollarse en toda su extensión, debido a la inclusión de personas sin criterio ni objetivos claros para gobernar, individuos elegidos por la confianza depositada en la soberanía del pueblo, pero que han descubierto que con una regular inversión en una campaña política, no solo pueden recuperar lo “gastado” sino también hacerse millonarios con su llegada al poder.
Un sistema de gobierno mal organizado y mal orientado es una puerta abierta para que la delincuencia haga lo que quiera. Los delincuentes no son tontos, ellos saben manejar muy bien la situación y son audaces para manipular el criterio y la movilidad política de los “malos” funcionarios. Ese mal comportamiento es el que se refleja en las calles, el que sirve a la delincuencia para hacerse grande y poderosa, al no existir un control para detener los ataques a los pilotos, no poder evitar las extorsiones, no contener las ventas de droga y no erradicar la violencia provocada por las pandillas juveniles, entre otros. Solamente queda una pregunta: ¿Qué va a pasar si esto continúa en Guatemala?


No hay comentarios:

Publicar un comentario